Volver es siempre la opción más segura, vuelves a lo que ya conoces. Seguir avanzando es saber que te enfrentas a lo desconocido.
Alioune sabía el riesgo que corría al aventurarse a lo desconocido. Sabía que no había nada escrito o que pudiera anticiparle por todo lo que estaba a punto de pasar.
Se lanzó al agua e inmediatamente sintió como el terror se apoderaba de él. Pero no fue más fuerte el miedo que la desesperación por encontrar algo mejor. Toda su vida fue preparado para esto, necesitaba armarse de valor para cumplir con lo único que él sabía era su deber, nadar.
No lo hacía muy bien, pero podía flotar, usó unas botellas plásticas para ayudarse a mantener a flote. Esta era probablemente la única vez que iba a tener que hacer algo tan osado, eso pensaba, eso lo motivaba a seguir adelante, pero no se imaginaba cuán equivocado estaba.
Varias veces pensó que ya avistaba la orilla, pero eran solo ilusiones ópticas. Su mente estaba agotada, era tan difícil seguir, sus brazos y piernas dolían. De repente vio una sombra grande debajo suyo, intentó hundirse, era lo que había escuchado que debía hacer en caso de que una criatura marítima se aproximara a él, pero las botellas no se lo permitían.
Estaba cansado y deshidratado, pero un extraño subidón de adrenalina le dio impulso y empezó a nadar lo más rápido que podía. La sombra seguía debajo suyo y cada vez se hacía más grande. Alioune sabía que no podría escapar, así que dejó de intentarlo. Un gran pez surgió del agua, pero no intentó atacar, se puso a su lado y parecía observarlo, era un animal muy extraño, sus escamas eran rosadas y sus aletas verdes, tenía ojos grandes y azules, y una boca diminuta.
-¿Por qué te detienes?
Alioune estaba confundido, no sabía si esa pregunta venía del pez o de su cabeza. Por un breve momento pensó que el pez también estaba en su mente, pero este se sacudió con fuerza, e hizo que Alioune despertara de su letargo.
-Respóndeme –exigió el pez a Alioune.
-Estoy cansado –respondió el muchacho con la voz apagada.
-Pensé que te habías dado por vencido.
-También.
-¿Por qué?
-Pensé que ibas a devorarme, el mar es muy grande y supuse que no valía la pena intentar escapar
-Tu lo has dicho. El mar es muy grande, podrías haber nadado a cualquier lado.
Alioune se quedó mirando a la criatura, no sabía si era estúpida, pero ya de por sí era un pez que hablaba, así que por lo menos era extraordinaria.
-El mar no es mi hábitat, no estoy equipado naturalmente para moverme con agilidad o escapar de ningún depredador en el agua.
-Y ¿Por qué estás en el agua si estás en desventaja?
-Porque es la única manera en la que puedo escapar de mi pasado y buscar un mejor futuro.
El pez acompañó a Alioune un par de kilómetros, quería entender que pasado podía ser tan malo para hacer que una criatura arriesgara así su vida, y prefiriera enfrentarse a una muerte en desventaja. Lo cuestionó abiertamente y sin tapujos, y así mismo Alioune le respondió.
-Si me quedaba, seguro moría de hambre o violentado. Vengo de un lugar en que se puede morir fácilmente de muchas formas, pero vivir solo de una, sufriendo. Esto es solo un sacrificio más, cuando llegue a mi destino, estoy seguro de que todo mejorará.
-Buena suerte –el pez se sumergió sin decir nada más.
Alioune seguía nadando con la poca energía que le quedaba, se aferró a la vida que él esperaba encontrar del otro lado. Entró a aguas abiertas y estas eran feroces; supuso que fue por eso que el pez lo había dejado solo. Pero en medio de las violentas olas, una criatura similar a una mantarraya apareció.
-¿Por qué sufres? –dijo la criatura.
-Estoy buscando una vida mejor.
-¿Y tiene que ser así?
-No encontré una mejor manera.
Ya en este punto Alioune no se cuestionaba cómo estas criaturas podían hablar y entender tan bien una lengua humana. Apreciaba un poco esa compañía, por lo menos evitaba que se diera por vencido.
-¿Tienes dolor?
-No quiero pensar en eso, no puedo detenerme, debo llegar a tierra firme.
-¿Por qué?
-Porque si no lo hago moriré ahogado.
-¿Por qué morirías ahogado? No te estás ahogando ahora.
-No me ahogo porque estoy nadando, estoy avanzando, pero si me detengo, no resistiré más y no podré flotar.
-Entonces sigue nadando, sigue sufriendo.
-Eso hago.
La criatura se molesta por la actitud de Alioune y se va sin despedirse.
El muchacho sigue nadando solo, pero no por mucho tiempo. Ahora es un grupo de peces el que se une.
Los peces conversan entre ellos y Alioune trata de no prestar mucha atención, aunque el ruido de las voces le viene bien para distraerse del cansancio.
-¿Qué eres? –pregunta uno de los peces.
Alioune ignora al pez y sigue nadando.
-¿Qué eres? –pregunta nuevamente el pez alzando un poco la voz.
-¡Ey! Te están hablando, responde –una voz grave que parece salir del fondo del océano le ordena al muchacho con firmeza.
Alioune alcanza a ver un pez enorme debajo suyo. Es una ballena parece.
-Soy un humano –responde Alioune casi sin fuerzas.
Los peces se sorprenden y miran al chico con inquietud.
-Guau, nunca había estado tan cerca a un humano –dice uno de los peces.
-Mi abuelo me ha contado muchas historias de terror con humanos –dice otro pez.
-Esas historias dan más miedo que las de fantasmas –exclama un tercer pez.
-Los fantasmas no existen –le contesta el segundo pez.
-Los humanos sí, así que por eso asustan más.
Después de su corta discusión, el grupo de peces retorna su atención a Alioune.
-Pero tú no das miedo –le dice uno de los pequeños al joven.
-Yo escuché que los humanos pertenecen a la tierra, ¿Por qué estás aquí?
Alioune un poco molesto le dice al pez, que es la tercera criatura que le hace esa pregunta.
-Bueno, qué bien, entonces ya tienes la respuesta.
El chico está demasiado cansado para responder.
-¡CONTESTA! –grita una voz desde las profundidades.
-Quiero cambiar mi destino, quiero mejorar mi vida, y por eso es que debo hacer esto, para llegar a donde quiero y poder encontrar algo mejor. Quiero saber que se siente ser feliz.
Cuando Alioune termina de decir esto los peces ya se han marchado, pero el gigantesco pez que estaba debajo del muchacho ahora está a su lado.
Alioune se asusta, no es una criatura misteriosa o fantástica, es una orca.
-Así que buscas vivir –dice la orca–. Bueno, yo estoy aquí para morir, tal vez algo signifique que nos encontremos en estas circunstancias.
Alioune aún está espantado, y no sabe cómo reaccionar a la orca parlante.
-¿Sabes?, las orcas vivimos en comunidad, mi grupo es extraordinario, todos sobresalimos en la cacería, y gracias a esto nunca nos falta comida –la orca suspira– espero no hacerles mucha falta.
-¿Te van a hacer falta ellos a ti? –pregunta Alioune tímidamente.
-Niño, yo estaré muerto, por supuesto que no me harán falta.
No sabe porqué, pero Alioune se siente triste por la orca – ´´parece amable´´ – es lo que piensa en ese momento.
-No te confundas –dice la orca tras haber leído el pensamiento de Alioune– si estuviera en perfectas condiciones y con mi grupo, probablemente te hubiéramos hecho pasar un buen susto, y solo por diversión.
Hasta este momento Alioune había seguido su propia ruta, pero ahora se percata de que se extravió por seguir a la orca sin darse cuenta; ansioso, el muchacho se detiene y trata de buscar el rumbo, es la primera vez que deja de nadar, y su cuerpo se lo hace saber, pues empieza a sentir calambres en las piernas.
-No te preocupes –le dice la orca–, nademos un poco más, te llevaré.
La orca ofrece a Alioune su aleta dorsal, y este se agarra fuertemente de ella. Nadan unos minutos más y de pronto se encuentran cerca a una playa. Alioune se alegra, pero inmediatamente pierde la gran sonrisa que tenía en su rostro, cuando se da cuenta de que hay varios tiburones cerca a la orilla.
-No te preocupes, no te harán nada, les intereso más yo que tú –le asegura la orca al muchacho.
Alioune mira con recelo hacia la playa.
-Listo, ya te puedes ir, ten una linda vida Alioune.
La orca resopla fuertemente por su espiráculo y deja de moverse.
Alioune se asusta y comienza a nadar hacia la playa, pero se asusta aún más cuando ve a unos cinco tiburones nadar hacia él, no tiene tiempo de reaccionar, pues los tiburones rápidamente pasan de largo ignorándolo por completo. El chico no los sigue con la mirada, pues sabe hacia dónde se dirigen.
Por fin en tierra firme, Alioune observa que cerca a esa playa hay un pequeño pueblo, y empieza a caminar hacia él. De repente se acuerda de que la orca dijo su nombre para despedirse, lo cual es extraño ya que él nunca le dijo a esta como se llamaba. No puede evitar girarse para ver por última vez a su compañero de corto tiempo, así estuviera siendo devorado por tiburones, pero cuando se gira, Alioune ve algo más perturbador… nada…
El muchacho cae de rodillas y llora agotado. ¿Fue todo una alucinación? ¿Fue siempre su imaginación la que lo acompañó varias veces durante su travesía? Pero ¿Por qué desvió el rumbo inicial y llegó a esa playa? ¿Es real? ¿Aún sigue vivo? –Alioune se hacía todas estas preguntas mientras lloraba apretando sus ojos.
No se atrevía a abrirlos por miedo a confirmar que ya no estaba vivo.
Si todo esto no es real, lo que pasará cuando abra sus ojos, es que el pueblo ya no estará allí, y él estará en otro lugar, creado por su conciencia aun flotante en el limbo.
Alioune abre los ojos. Aún está en la playa, se gira, y el pueblo tampoco ha desaparecido.